jueves, 31 de enero de 2008

GANDHI: A 60 AÑOS DEL ASESINATO DEL APOSTOL DE LA PAZ



El destino estaba marcado, no fue en la tercera pero si en el cuarto atentado contra su vida que la lucha de Mahatma Gandhi por la Paz acabó con su existencia, cuando un fundamentalista indio lo baleó, en medio de una congregación, el 30 de enero de 1948.
Ram Naturam, un joven que imaginó en Gandhi un ideólogo que podía acabar con la supremacía india en su país a manos de los musulmanes, no dudó en descargar tres balazos en el frágil cuerpo del líder de 78 años, que murió en el acto.
El hombre que desafió durante años al Imperio Británico usurpador colonial de su país, y que logró la independencia luego de la Segunda Guerra Mundial, vio que esa nación que soñó libre e soberana no tenía un espacio para él.
Gandhi fue el abogado que renunció a sus bienes personales y sólo con lo que podía crear con sus manos, descalzo, con harapos y una predica no violenta movilizó a millones de indios, y puso contra la pared al colonialismo del Imperio, además de luchar contra el régimen feudal, el sistema de castas y la injusticia social.
Su lucha en los últimos años por evitar la subdivisión del país –India tras la independncia quedó para los hindúes y Pakistán para los musulmanes- fue mirada con recelo por ambos grupos religiosos, que en la predica del hombre de la Paz por la unión de ambos países vieron fantasmas de dominio de un grupo sobre el otro.
Así, en pocos años, luego de militar durante más de cuatro décadas, primero en Sudáfrica y desde 1915 en su país natal, por la libertad de sus compatriotas, Gandhi salió ileso de tres atentados, uno en Calcuta, a manos de los indios, y después en Nokahali, esta vez por acción de los musulmanes.
El inicio de la lucha de Gandhi fue por una India libre y como parte de ese sueño de integración el luchador de la paz logró movilizar a millones de compatriotas a través de sus protestas no violentas, que lo llevaron muchos años a la cárcel, auqneu ese hecho no anuló la resistencia civil que incluyó ayunos extensos que en los últimos años afectaron su salud.
Días antes de su muerte, en el mismo parque donde cada anochecer daba sus oraciones a la comunidad que lo seguía, una bomba arrojada por sobre un muro le dejó algunas heridas que no amilanó su lucha.
El 30 de enero de 1948 –hace 60 años- Naturam, que estaba sentado en primera fila entre los seguidores de Gandhi, sacó de su saco una pequeña pistola y le disparó sin piedad a un hombre que apenas podía sostenerse sobre sus ya débiles piernas.
El sueño de esta “Alma grande” (Mathama) de unir a su pueblo no se pudo concretar, ya que no solo la religión fundamentalista los llevó a India y Pakistán a dos guerras una en 1965 y otra en 1971, sino que el signo de la violencia trivial aún sobrevuela estos pueblos.
Los mismos odios que hace medio siglo dominan la región, acabaron, hace miu pocoas semanas con una figura política de la ex primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, quien fue asesinada por un atentado con orígenes similares: el odio racial y religioso.
Como Martin Luther King, el otro gran incitador del siglo XX por la integración, Gandhi dejó su vida en la predica de sus ideas y hace que hoy su palabra parezca una realidad poco creíble.
Así, pareciera que se cumple un pensamiento del físico Albert Einstein quien dijo tras su muerte: “Quizás alguna vez las futuras generaciones duden que este hombre haya sido realmente de carne y hueso”. Pero, sin dudas, Gandhi lo fue.
ROB/

lunes, 21 de enero de 2008

RICO Y EL LEVANTAMIENTO CARAPINTADA DE MONTE CASEROS


De nada sirvió que dos meses después del levantamiento de Semana Santa en 1987, el Congreso sancionará la ley de Obediencia Debida y que clausuró cientos de juicios e investigaciones contra militares represores.
A pesar de conseguir ese instrumento a su favor, los militares “Carapintadas” encabezados por el coronel Aldo Rico seguían en permanente ebullición jaqueando el gobierno de Raúl Alfonsín.
En ese escenario, el 15 de enero de 1988, Rico se fugó de su lugar de detención –una casa en un country de Pilar—y desapareció cuando el entonces jefe del Ejercito Dante Caridi intentaba mantener entre cajas al líder carapintada y juzgarlo con sus pares por el levantamiento contra la Democracia de nueve meses antes.
Rico, planificó su huída y a la vez un nueva sublevación militar que se materializó tres días después cuando apareció nuevamente con el color del betún en su rostro en el regimiento 4 de Monte Caseros, en Corrientes.
Con 60 militares más que les respondieron, y 200 suboficiales, los “Carapintadas” lograron levantar a este regimiento del norte argentino y desde allí volver a “presionar” al gobierno nacional a través de un no reconocimiento de los altos mandos militares.
El discurso fue parecido a abril de 1987 : No era un ataque contra la Democracia sino contra el generalto liberal que dominaba el Ejército, y con la amenaza de “no ceder” y “defenderse de cualquier ataque”, Rico y sus muchachos se atrincheraron en el predio militar.
Poco duró esa amenaza, los militares que respondían al gobierno cercaron el regimiento y luego de negociaciones arduas lograron la rendición de Rico que inmediatamente fu pasado a retiro y detenido, mientras que más de 400 oficiales leales al ex héroe de Malvinas fueron dados de baja.
De esta manera, por la vía administrativa de descabezó el movimiento “Carapintada” que respondió a Rico, aunque la salida del ex intendente de San Miguel, dejó el camino libre a otro “rebelde”: Mohamed Alí Seneildín y un importante grupo de suboficiales que lo acompañaron en sus nuevos reclamos.
Dos años después de estos hechos que cumplen por estos días 20 años, Rico fue beneficiado por un indulto del ex presidente Carlos Menem y así pudo ingresar a la arena política la fundar el partido MODIN.
Con esa fuerza en 1991, se convirtió en la tercera fuerza en la provincia de buenos Aires y durante los noventa llegaría a ocupar una banca de diputado, la intendencia de San Miguel y un cargo de ministro de Seguridad bonaerense en 1999.
Rico, el sublevado, que en aquellos tórridos días de enero de 1988 disparó su verborragia ante los medios periodísticos y dejó una frase que definió su perfil, y se enorgullece de repetirla aún hoy: “La duda es la jactancia de los intelectuales”.

ROB/

jueves, 10 de enero de 2008

MALVINAS: LA BATALLA DE GANSO VERDE LA LOCURA PARA PODER SOBREVIVIR





Dossier 15 años de Malvinas, publicado el 1 de abril de 2007
El ex combatiente Horacio Benítez encabezó uno de los batallones de combate que intentó repeler a "sangre y locura" el desembarco de más de 3.000 paracaidistas ingleses en Ganso Verde, una de las batallas más duras, junto a la de Monte Longdon, de la Guerra de Malvinas.
Benítez integraba una compañía de 120 hombres del batallón del regimiento de La Tablada que llegó hasta la ladera del Monte luego de caminar casi tres kilómetros en formación de combate por una pradera desértica, en medio de la noche.
"Ya en ese momento el descontrol era total por la desorganización y la falta de orden de mando. Cuando nos ordenan avanzar, un Mayor se subió a una de las piedras, sacó una espada, que nunca supimos cómo la consiguió, y gritó: ¡Al combate, a vencer o morir!, todos empezamos a caminar y después nos dimos cuenta que el hijo de puta se quedó en su lugar", narró.
Al llegar a la ladera del Monte de Ganso Verde, junto al regimiento 7 de La Plata, sufrieron en carne propia la desorganización, ya que recibían bombardeo por parte de los ingleses y de los argentinos que estaban detrás de ellos y calculaban mal los disparos.
Allí el buen criterio de otros oficiales los hizo improvisar y se armaron varios grupos que lograron avanzar y tener combates cuerpo a cuerpo con los paracaidistas que llegaban al lugar.
"Ellos tenían toda la tecnología, no sólo los visores infrarojos, tenían además unas bengalas con paracaídas que iluminaban la noche como si fuera de día y duraban en el aire una eternidad", comentó el ex soldado.
En ese sentido, agregó: "Además no podíamos operar la radio porque los ingleses nos detectaban y nos enviaban unas bolas de fuego chiquitas que eran misiles antipersonales y te seguían por el calor corporal".
El ex combatiente reside en la actualidad en San Isidro, en la zona Norte del Gran Buenos Aires, y si bien narró su mirada de la guerra con una crudeza pocas veces escuchada, cada 2 de abril asiste, con un discurso más patriótico y contemplativo a contar sus experiencias en Malvinas a chicos del colegio Santa María de Luján, donde también asisten sus hijos.
Benítez vio la muerte cerca cuando uno de esos misiles pasó a centímetros de su cuerpo e impactó en el rostro de un compañero que segundos antes hablaba con él y lo decapitó.
"Cuando lo vi caer a mi lado, me morí de miedo y lo único que atine a hacer es correr, pero lo hice hacía adelante y subí la montaña totalmente desorientado, estaba muerto de miedo y no sabía ya como escapar", graficó Benítez.
El ex combatiente, quien reconoce que muchas cosas que vio intenta olvidarlas y no puede, señaló que observó a un grupo de 65 soldados argentinos degollados, y esa visión le permitió sentir que su única defensa a la muerte era disparar su arma hasta que noquedara ni una bala.
"Nos faltaban municiones, ellos tenían interminables, teníamos que avanzar sacándoles a los compañeros caídos y a los ingleses que también estaban muertos, eramos chorros de balas para poder seguir viviendo", graficó.

ROB/Publicado en la agencia Noticias Argentinas.