El triunfo del peronismo el 11 de marzo de 1973 depositó nuevamente en el centro de la escena política argentina al partido Justicialista que asumió el poder el 25 de mayo en medio de una gran fiesta popular y dio inicio a un nuevo proceso democrático en la Argentina.
“Cámpora al gobierno, Perón al poder” fue la consigna de millones de militantes del PJ, la mayoría jóvenes que no habían vivido los gobiernos anteriores del líder peronista, y que significaba la llegada al Poder Ejecutivo de un hombre del partido para luego ceder el verdadero poder al anciano dirigente, proscrito por la dictadura militar.
Las calles del país fueron ganadas hace 35 años, por miles de jóvenes que sintieron la llegada de un nuevo aire revolucionario a la Casa Rosada y que se evidenció en las banderas de las agrupaciones “Montoneros”, “Fuerzas Revolucionarias Peronistas” y “La Tendencia”, que ganaron más espacio y protagonismo sobre los sectores sindicales y agrupaciones más tradicionales del peronismo ortodoxo.
Subrepticiamente fue el inicio de la lucha entre los sectores más antagónicos del partido Justicialista que luego decantaría en una batalla abierta, materializada como el primer gran combate : el 20 de junio de 1973, la denominada “Masacre de Ezeiza”, con el retorno definitivo de Perón al país.
El FREJULI, frente que reunió a los sectores más radicales de la izquierda peronista con las fuerzas sindicales y militantes tradicionales, ganó las elecciones con el 50 por ciento de los votos con la fórmula integrada por Héctor Cámpora (delegado personal de Perón) y el conservador bonaerense Vicente Solano Lima.
La revista “Satiricón”, muy de moda por eso días, publicó en su tapa de la semana previa a la asunción una frase que resumía la sensación térmica de los militantes. “El sol del 25 viene asomando” y el dibujo del astro surgiendo por detrás de la Casa Rosada con la cara sonriente de Perón.
En un salón Blanco atiborrado de jóvenes que ganaron el espacio antes que los sindicalistas se produjo la jura de Cámpora y sus ministros, mientras los militares, encabezados por el presidente de facto Alejandro Lanusse, un anti peronista confeso, debieron escuchar el grito de guerra que retumbó en el lugar: “Los milicos se van, para no volver nunca más”.
Entre los invitados especiales estuvieron el presidente de Chile, el socialista Salvador Allende, recibido como un héroe y el presidente de Cuba que fue ovacionado mientras el secretario de Estado de Estados Unidos William Rodgers, abucheado e insultado sin miramientos.
La conformación del gobierno tuvo a hombres de pensamiento de izquierda como Esteban Righi (Interior), Juan Carlos Puig (Canciller), Jorge Taina (Educación) y José Bel Gelbard (Economía), mientras el sindicalista Ricardo Otero (Trabajo), junto a Ángel Robledo (Defensa) y Antonio Benítez (Justicia) era el ala contrapuesta.
Como un Maquiavelo, ubicado estratégicamente estaba José López Rega (ministro de Bienestar Social) hombre de Perón, que primero asumió una actitud pasiva y silenciosa, para luego dar los golpes necesarios para desestabilizar este gobierno.
Las medidas mas importantes de esta breve gestión fue el reinicio de las relaciones con Cuba, la intervención a todas las universidades nacionales y el Pacto Social que impulsó Gelbard, un dirigente llegado desde la Confederación General Económica que logró firmar este acuerdo con la CGT, empresario y el Estado.
El mismo 25 de mayo, por la noche, se produjo un hecho emblemático de este gobierno: Los dirigentes de izquierda le presentaron a Cámpora un proyecto de ley de Amnistía para los dirigentes y guerrilleros detenidos que el jefe de Estado firmó y el Congreso aprobó a mano alzada, en tiempo récord.
Esa noche se abrieron de par en par las puertas de las cárceles para dejar libres a cientos de estos dirigentes. Cuarenta y nueve días después, López Rega dio su primer zarpazo, obligó la renuncia de Cámpora y Solano Lima.
El “Brujo” hizo asumir como presidente provisional a su yerno, Raúl Lastiri, jefe de la Cámara de Diputados. La primavera pasó y el clima del país entró en un peligroso estado de tormenta y huracán que ni siquiera el triunfo de Juan Perón, en las elecciones siguientes, pudo detener.
ROB/
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