Las costumbres del ex presidente Arturo Illia fueron parte del sello de su personalidad, lo cual quedó demostrado durante el tiempo en que fue jefe deEstado con gestos y actitudes poco frecuentes.
El dirigente radical, médico de profesión, era un hombre inquieto que llegaba muy temprano a la Casa de Gobierno, dormía la siesta plueblerina y luego trabajaba hasta altas horas de la noche en su despacho.
También le gustaba salir de su lugar de trabajo y recorrer los pasillos de la Casa de Gobierno y, sin avisar, se acercaba a distintas oficinas oficiales y administrativas de la sede gubernamental.
Nunca perdió su mañas de médico de pueblo y siempre tenía una respuesta precisa para cualquier dolencia de sus colaboradores y sus recetas, más cercanas a las caseras, eran un clásico entre sus funcionarios.
En una oportunidad, Illia salía de su despacho para una cita oficial cuando se detuvo para observar uno de los granaderos que lo custodiaba y se quedó mirándolo fijamente.
El granadero estaba pálido y con signos de transpiración, por lo cual el Presidente le pidió que le sacara la lengua para poder revisarlo: "déjeme ver la garganta, mi hijo", solicitó Illia.
El conscripto se quedó paralizado y sin responder al pedido del jefe de Estado, por lo cual el oficial superior que acompañabala salida de Illia del despacho le ordenó: "¡Granadero, sáquele la lengua al Presidente!".
El joven, lleno de temor, no le quedó más que acatar la orden de su superior y le mostró la lengua al Presidente que detectó una angina y lo mandó a hacer reposo por 48 horas.
En otro oportunidad, durante un fin de semana frio y lluvioso,Illia se apareció de sorpresa en el sector de descanso de los granderos en la quinta de Olivos y se quedó, como tantas veces, a tomar mate y escuchar la historias que le relataban los hombres que tenían la responsabilidad de cuidarlo.
Sin embargo, hubo un día que una de sus actitudes causó temor entre sus custodios, cuando desapareció de su despacho y nadie lo podía encontrar en ninguna dependencia de la Casa de Gobierno.
El temor desapareció después, cuando alguien vio al presidente Illia en la Plaza Colón, detras de la Rosada, dándole de comer a las palomas.
ROB/Publicado en la agenccia Noticias Argentinas/Diario Popular/ 27 de junio de 2006
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